martes, 8 de octubre de 2013

Sobre la salud de un Presidente

El anuncio de la intervención quirúrgica de Cristina Fernández de Kirchner disparó un abanico inmenso de conjeturas ayer. Pocos resistieron la tentación y se largaron a opinar, a veces sin mayores argumentos que los extraídos de Wikipedia (una enciclopedia en la que cualquiera puede subir información, con el margen de error que esto supone) y otros desde las simples corazonadas. No está mal que la noticia genere comentarios en la sociedad, al fin de cuentas se trata de la Presidenta que, más allá de los nombres propios y los tiempos coyunturales, es la persona física más importante del país si se entiende que como nadie sus decisiones afectan a todos, para bien y para mal. Lo que resulta discutible es, para este caso, el papel que jugamos allí los medios de comunicación, autocrítica mediante.La realidad es que no había mucho secreto desde los manuales más básicos del periodismo. Sólo desde la Fundación Favaloro, en donde Cristina está internada y en donde hoy a la mañana se la interviene, se podía extraer información de primera mano. El resto eran trascendidos, “fuentes irreprochables”, “fuentes cercanas” y segundas, terceras y hasta décimas lecturas de un escueto –aunque preciso- comunicado que esa entidad de la salud brindó sobre el mediodía. Pero, en el afán de mantener “caliente” la noticia, ya agotada la posibilidad de recurrir a esa única fuente 100 % fiel es que se recurrió a todo tipo de especialistas primero –opción que no es reprochable, si se hubiese agotado allí- y a casi cualquiera que se le ocurra opinar después. El rating de los fundamentos médicos, científicos, anduvo por el piso en más de un canal de televisión.
Nos interroga esto a los periodistas sobre los límites que deberían imponerse. Que se trate de un Jefe de Estado no es un dato menor: requiere manejarse en una delgada línea entre lo que es importante difundir y el cuidado que debe tenerse para no caer en errores que, por el peso de su figura, no sólo no pasan desapercibidos sino que desencadenan cosas. Desde lo humano, que es lo más terrible, pero también desde lo político, que tampoco debe soslayarse. Pero también esto cuestiona el papel de los medios como empresas –como si hiciera falta, en estos tiempos- que a veces, como ayer, actúan como si la sensibilidad estuviera desterrada en sus manuales de estilo.
Merece, al menos, el debate.

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