viernes, 18 de diciembre de 2009

El retiro de Luis Arellano Cruz

Luis Demóstenes Arellano Cruz siempre tuvo más nombre que futuro en el balompié patagónico. No obstante, al influjo de una obstinación admirable se las arregló para construir un pequeño aunque olvidable capítulo en la rica historia que ostenta este deporte en el sur del país.
Y aun cuando su recuerdo tiene que ver más con el desenlace de sus desafortunadas intervenciones futboleras que con su capacidad para practicar ese deporte, capacidad definitivamente nula, debe sí coincidirse en que, acaso por esa misma razón, aun hoy hay quienes recuerdan sus excentricidades.



Luis Demóstenes Arellano Cruz sufrió desde pequeño la discriminación atroz que los talentosos ejercen sobre los mostrencos. Desde sus primeras incursiones en las canchas patagónicas estuvo condenado a vivir el calvario interminable del pan y queso cruel, que siempre lo colocó en el último distrito de las elecciones posibles.
Con ese panorama, que no revertió nunca pese a la enjundia que aplicó en la empresa por lograrlo, resultó de una lógica demoledora que su destino único en los potreros fuera bajo los tres palos ya que, como manda la historia, nadie quería ocupar el arco y ser sometido, sin guantes ni defensa, a la impiedad de los delanteros.
Con estoicismo en los primeros años y afán de mejoras que jamás llegaron después, Arellano Cruz tejió casi sin querer su propia historia desde el arco del olvido. Atajó en un obtuso equipo de la capital provincial y, con él, elaboró un palmarés de derrotas catastróficas que aun hoy es record patagónico.
Alto y fornido como pocos, de espaldas anchas y aspecto poco prolijo, desdeñó desde siempre la preparación física y, toda vez que pudo, desafió los reglamentos preparando choripanes infames detrás de su propio arco mientras su equipo intentaba atacas desordenados, baldíos de éxitos las más de la veces.
Fue tan conocido por sus yerros imperdonables bajo los tres palos como por su notable capacidad para engañar a los árbitros con su oratoria inverosímil transformando, en más de una ocasión, corners en saques de arco y penales en expulsiones contrarias.
El rasgo más notable, distintivo y estudiado de su paso por las canchas tiene mucho de incógnita y poco de respuesta creíble: “nadie nunca antes, y nunca después, duró tanto en un puesto habiendo demostrado tan severa incapacidad para sostenerlo” escribió de él Dionisio Medina, el ensayista que más lo vio atajar en la capital de la provincia.
Solo jugaba de tarde, además. Cada vez que su equipo, por esas rarezas de los calendarios, debió presentarse de mañana, Luis faltó a la cita sin más explicación que su indomable apego a los lupanares y los bares, siempre de poca monta, en donde solía amanecer harto de vinos cualunques y borracho en su totalidad.
Un verano crujiente atajó un penal fulero en una cancha imposible ubicada en lo que después fue Playa Magaña, y decidió emprender un retiro que creyó decoroso puesto que nunca, en su carrera, había detenido un disparo desde los doce pasos. No contó para su decisión la goleada por 17 a 0 que sufrió su equipo.
No se supo más de él. Algunos dicen que allí mismo donde se ubicaba el arco de la gloria levantó su casa y aún vive en esa playa inefable. Otros aseguran haberlo visto bebiendo un alcohol pendenciero en la zona de Lago Rosario hace algunos años. También arriesgan que en realidad adelgazó hasta ponerse esquelético y anda entre nosotros sin que nadie note su presencia. El último rumor que hubo de su existencia lo ubicó relatando cuentos sangrientos de policías y malhechores en lugares variopintos. Es probable. Luis Demóstenes Arrellano Cruz era –y es, ¿por qué no?- de esos personajes que a todo se animan, aunque no siempre cuente con un sayo adecuado para la empresa.

3 comentarios:

Poppy dijo...

Muy bueno Carlitos.
Habría que preguntarle a uno de sus verdugos, Norberto Yepes, si sabe algo de él.
A lo mejor estos players de fuste siguen en contacto.
Abrazos.

Anónimo dijo...

jajajaj. seee

Mariano dijo...

Aguante Luisito!!!