lunes, 7 de diciembre de 2009

Imbatibles, como el viento

En su tratado sobre el fútbol patagónico Dionisio Medina introdujo un ensayo, referido a la incidencia del clima en el desarrollo del juego, que denominó "Aventuras y desventuras de jugar con el viento en contra".
Allí el notable pensador de la meseta dio cuenta de una serie de hechos insólitos que se produjeron a partir de encuentros futboleros jugados en el clima hostil, destacando con énfasis prosaico el sonado caso de Cirilo Huentecoy, un arquero esmirriado al que se lo llevó el viento en una final olvidable.



Aún sin rigor científico Medina intentó darle una cuota de raciocinio a lo inexplicable: el ensayista había sido testigo de la notable esgrima con que cierto equipo de Cushamen, imbatible, dominaba la técnica del fútbol como nunca antes -y nunca después- se pudo ver.
Según dio cuenta en su extensísimo trabajo, que completó en ocho tomos de unas 4 mil páginas cada uno, por la zona de Cushamen existió un team único, ya desaparecido, que hizo maravillas en las canchas patagónicas.
El ensayista Dionisio Medina afirma que algunas de las destrezas que después los ladinos hicieron famosas en las canchas populares, las tomaron en realidad de aquellos jugadores desconocidos que conformaron una escuadra de ensueño.
Jugaban sin técnico alguno y en medio de una anarquía táctica pero eran, desde el arquero hasta el delantero, pródigos en fintas y amagues. Y por ello, dice la leyenda que rescata el pensador, aún ante los equipos más férreos imponían su desparpajo.
Hasta su aguerrido volante central, Elgidio Epulef, hacía de las fintas míticas y los sombreros curvos un hábito ordinario, lo que extremaba su talento sin par.
Cientos de historias se contaron sobre sus hazañas, desde la goleada caudalosa
a los Cuncos malhechores hasta el día que ridiculizaron al equipo de Coronel Apolinario Negrete, metiéndole tantos caños a su defensa que la obligaron a retirarse del campo de juego, profundamente avergonzados, antes del final reglamentario.
Las fábulas metafóricas le adjudicaron todo tipo de rarezas: desde dones celestiales hasta características de elfos que los hacían únicos, inigualables para las gambetas.
Dionisio Medina, sin embargo, no se dejó seducir por el mito y fue más terrenal en su análisis: afirma en su ensayo que aquellos players alcanzaron tal perfección porque primero lograron dominar el viento, habitante sempiterno de la vastedad patagónica, y así usufructuaban cada ráfaga como si del mejor aliado se tratase.
En rigor, cierta certeza debe atribuírsele a las conclusiones del ensayista, puesto que aquel equipo de Cushamen tenía su localía en una explanada desnuda de toda vegetación en el confín de la meseta, un lugar que Eolo habita perpetuamente.
Los equipos más probados de la región sucumbieron ante el team de Cushamen en ese reducto.
Por años se habló en la tundra infinita de su invicto irremediable. Hordas de araucanos solían cruzar la cordillera en la primavera incipiente, afrontando el riesgo de quedar atrapados en los picos helados, sólo por el placer de verlos jugar ese balompié inaudito, lleno de éxtasis.
La historia sin embargo los castigó con rigor, largo tiempo, por su inexpugnable localía: aquel equipo rara vez jugaba fuera de su feudo, argumento que sus detractores utilizaban con ferocidad infinita.
Acaso fue por esa razón, sobre todo, que se organizó aquel ya legendario encuentro internacional que Sir Archival MacDonald denominó "The Indians Games" en su diario de viajes y que el ensayista rescató en su trabajo bajo el título de "Campeonato del fin del mundo".
Atraídos por la leyendas, teams de distintos puntos se hicieron eco de la convocatoria y se presentaron a desafiar la imbatibilidad de aquel equipo mítico de cuyas hazañas se hablaba más allá de la comarca.
Formaciones de Chile, Bolivia, Perú, Venezuela y Paraguay, junto a un combinado de ingleses que construía el ferrocarril rumbo a Mallín Ahogado, le dieron forma a ese torneo furioso que no pudo cambiar la historia.
Se armaron dos zonas de cuatro y tres equipos, esta última con Cushamen como protagonista. El local se vio favorecido desde el vamos por el fixture, ya que arrancó con fecha libre y sus rivales se diezmaron entre si: chilenos y bolivianos mezclaron su patriotismo y terminaron jugándose la salida al mar entre cañonazos al arco y patadones furibundos. El más temible de los zagueros trasandinos, "trepanadora" Baeza, fue expulsado de por vida por arrancarle un ojo a un delantero del altiplano con una tijera temeraria.
A la vuelta del ataque el arquero se tomó venganza y en un corner cerrado dejó que se le cuele la pelota en las mallas pero le marcó a un delantero rival, en el pecho, todos los tapones de sus dos pies.
Se armó una trifulca de proporciones.
Sir Archival MacDonald, devenido en árbitro en representación de la formación inglesa, no expulsó demasiado pero ya los equipos no volvieron a ser los mismos: la mayoría no se recuperó de la tunda populosa.
En la otra zona, Paraguay pasó sin zozobra su primer pleito ante un inocente
Venezuela. Fue goleada histórica: 28 a 1… Aun hoy en el barrio San Lorenzo de Asunción, y en las tabernas de Mercado 4, se reúnen los ancianos para recordar el hecho y, sobre todo, los 14 goles de Lindolfo Almeida.
Los ingleses atesoraban a un wing de toda ley al que habían rescatado en una pirateada al Congo Belga, Jack Okono, que bajo el intimidante alias de El Destripador surcaba el lateral derecho derribando marcadores a su paso.
En el debut no tuvieron mayores sobresaltos ante un Perú sin peso ofensivo, aunque de mucho lujo en la mitad de la cancha. Más expeditivos, los europeos arremetieron con Jack que ya a los 5 minutos desbordó para tirar un centro de la muerte, literalmente, y permitirle a su centrodelantero, Nick Sandoval, abrir el marcador. Fue todo el partido igual hasta llegar al 6 a 0.
Paraguayos e ingleses se fueron haciendo camino para encontrarse en la última fecha de la fase de grupos en pleito definitorio.
Mientras tanto, Cushamen se deshizo de chilenos y bolivianos con una facilidad pasmosa. El elenco trasandino, formado por araucanos de un fútbol rústico, mostró sin embargo lealtad con el juego y no reaccionó ante un baile mítico del que aun hoy no se recuperan, al punto de negarlo en sus libros de historia. Aquel 22-0 sólo forma parte de la casuística de Dionisio Medina.
Los del altiplano corrieron la misma suerte, con un dato que no es menor: en la segunda mitad los locales jugaron con 8 hombres para que descansen los delanteros, lo que no impidió el 14-0 lapidario.
Mientras tanto, paraguayos y británicos protagonizaron un pleito cruento por el pase a la final.
El clima se enrareció en la previa cuando Nemesio Amarilla, técnico guaraní, puso en duda el origen de la formación europea ironizando con la enorme cantidad de apellidos latinos y africanos que la conformaban.
El encuentro fue de nervios y Dionisio Medina lo rescató bajo el título de “la carnicería guaraní”.
La formación de Amarilla literalmente liquidó al enemigo, no tanto en el exiguo marcador, que fue de 1-0, sino en el maltrato de su pareja temible de zagueros, que atendió en forma a cuanto inglés se le ocurrió cruzar la mitad de la cancha.
El único gol llegó de la mano de Virgilio Artigaz, temerario centrodelantero de escasa habilidad pero brutalidad incomparable.
Sobre la mitad del segundo tiempo sobrevino un centro a media altura enviado por Lino Sánchez, marca punta de escapadas rupestres, que sirvió para romper el cero.
Artigaz, que ostentaba fama de temerario, arremetió con los dos pies hacia delante clavándole los tapones derechos al arquero James Caurin Okocha a la altura del bajo vientre, a la vez que empujaba la pelota al gol con la plancha del pie izquierdo.
El ensayista patagónico publicó en su trabajo una casuística temeraria de aquel pleito: ocho ingleses quebrados, dos desmayados y uno con signos claros de asfixia. Demetrio López Echagüe y Rigoberto Demóstenes Cubillas, aquellos zagueros, fueron expulsados al sur del continente, pero cuando el árbitro chileno Elías Pérez tomó esa decisión el daño ya estaba hecho. Tal fue el saldo, que nunca más de retomó la construcción del ferrocarril.
Coyas del altiplano, Cuncos y Araucanos del oeste, Onas del fin del mundo y citadinos del noreste llegaron en procesión para ser testigos del pleito histórico. Incluso una delegación de colonos que pasaba por el lugar, inaugurando lo que después se conoció como la ruta del té, se quedó a presenciar el choque.
“Debe dársele crédito a cierta afinidad celestial”.Con esa frase inicia Medina su narración de aquel encuentro.
Es que esa mañana un viento de mil demonios cruzó la cancha de lado a lado.
Los de Cushamen, descansados y sin bajas, dieron una lección formidable de técnica aquel día.
Ganaron 8-0 sólo porque, al promediar el segundo tiempo, varios rivales se retiraron de la cancha ante la vergüenza insoportable y los locales se apiadaron de su contrincante sometido. Medina no contabilizó una sola situación de gol para el equipo de Amarilla.
Dicen que años después el coronel Apolinario Negrete, cuando comandaba una formación que se dirigía a dirimir la suerte del oeste patagónico en un pleito definitorio ante unos araucanos arteros que hacían estragos en las poblaciones cordilleranas, pretendió desterrar la fama de este team quimérico, pero fue penosamente goleado.
Por arte de magia, después de aquello, todos los integrantes de esa formación mítica desaparecieron y nunca volvió a saberse de ellos.
Tanto se agigantó la leyenda que trascendió los tiempos hasta que no se pudo ya ubicarla en el almanaque de la historia porque quedó atrapada en la tiniebla de las fábulas. Apenas si el notable Dionisio Medina alcanzó a rescatar su grandeza para dejarla plantada en aquellas “Aventuras y desventuras…”.
Por lo demás, en la memoria urbana de los tiempos que corren las goleadas de aquel team de Cuschamen se mezcla malamente con el caballo Malacara, ciertos elfos deformes que se comían a los colonos en tiempos de hambruna y un chupa cabras ladino que azotó la meseta en la época que los inviernos congelaban hasta las ganas.

1 comentario:

wally dijo...

Tremendo relato. Q hdp, de donde sacas tantas boludeces juntas!!!! Muy buenas y creibles historias.